Siempre

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lunes, 30 de mayo de 2011

Más arresto sin libertad condicional

Cumplo una semana más de arresto domiciliario y fui a ver al médico.. o a que él me viera, que no es lo mismo. El traqueteo del camino no me hace nada de gracia para mis males, pero voy mirando por la ventanilla como esos chuchos que viven en balcones, los pobres, viendo con enorme ilusión cuanta porquería hay por la calle. Así, postes chuecos, baches y excavaciones-pretexto para el enriquecimiento de Ebrard, nuestro gomierdador, me parecen hermosos paisajes. Ya se me van los ojos detrás de un Corvette amarillo nuevecito, de un inmundo pesero pedorreando por la calle o de un restaurancillo que ofrece menús surtidos. Todo se me antoja lejano e inalcanzable.
Y que voy mejor. Sí, he avanzado en mi recuperación. Ya tengo reflejos en los tendones de Aquiles (estaban ausentes los pobres reflejos), ya me alcanzo a tocar la pantorrilla en su parte superior, ya puedo ponerme boca-abajo en la mesa de exploración. Eso sí, me halló muy débil el doc.
Pero el claustro continuará, al menos, otras tres semanas que es lo que tardaré en volver a consulta.
Y yo, que soy tan sabia, he aceptado consejos de mujeres más sabias que yo. Una me dice que "Puede ser que debas ver un lugar en el que nunca habías excursionado, y abarques más horizontes del significado de "ser, humano" . Yo lo traduzco un poco como una pausa en mi ajetreado vivir, para precisamente poner mi vida en perspectiva. Otra me llama cada tercer día para preguntarme qué he escrito. Acicate amoroso, ella. Ambas con enorme sabiduría hija del dolor, que es una de las formas más sólidas en que se le puede hallar. Y me dice otra que podrían ser peores las cosas. En efecto, podría tener un ventanuco a un cubo de luz negro de hollín en lugar de mi ventanal al jardín, desde el cual he aprendido ya a distinguir las vocecillas de la gran variedad de pájaros de éste mi pueblo casi Pénjamo. Y yo añado, estar rodeada de médicos es malo pero, ¡podrían ser abogados! Hay que ser optimista, vaya.
Y hago una lista (más bien no tan lista sino algo taruga la pobre) mental de cosas por hacer "ora que me alivie". Ya llevo tres rollos de papel de baño tachoneados con esta lista, y son tantas cosas que ahora necesitaré más vida para poder llevarlas a cabo. No hago lista de las cosas que me he perdido, para no amargarme, pero claro que tengo presente alguna presentación, exposición, concierto, coctelito, café...
Y mientras esto escribo, miro Anchors Away, con Sinatra y Kelly. Si esas películas le subían el ánimo a un mundo en guerra, ¿qué no harán por el mío?
Sabiduría de hoy: lo más útil que se puede tener en casa, aparte de un marido y algún chamacote enorme, es un gancho para ropa de los de palito con alambre. Se puede moldear de mil maneras para convertirse en las más versátiles herramientas y, abiertito de uno de los extremos, es ideal para levantar cosas que se caen al suelo o para subirse la ropa desde una posición sedente.

2 comentarios:

Manuel Menéndez dijo...

Conclusión: estamos jodidos... quiero un bastón.

Federico dijo...

Lo bueno de estar chungos (sobre todo si logramos salir del hoyo), es que percibimos el mundo de otra manera. Y eso enriquece nuestro almario. Lo malo es que, una vez restablecidos, nos cunde poco la experiencia y volvemos a olvidar la dicha que supone gozar de salud.
¿Quién te iba a decir, Lore, que ibas a reparar en los feos postes del tendido eléctrico o en minucias que ahora cobran valor, porque están del lado, para ti inalcanzable, de los seres libres?
No sé si vendrá a cuento que lo diga pero has de saber que estos últimos meses...he temido por mi vida. Más bien tuve la duda de si tendría o no ese mal innombrable (por lo menos por los yankys, que en su estúpida competitividad ocultan vergonzante y vergonzosamente sus lacras).
Por eso ciertos altibajos del humor pueden tener explicación.
Para mi fortuna, una esclarecedora biopsia me ha exonerado de aquella maldición bíblica y resulta que soy un tipo aceptablemente sano.
Pero cuando planeó sobre mi cabeza el pájaro agorero, me planteé muchas cosas y creeme si te digo que me han hecho bien.
Siempre estamos aprendiendo: unos como Frida, que aprendió (es un decir) a pintar en su cama del hospital. En comparación, el Niño de Atocha tiene más recursos y más movilidad que ella... Así que no caigamos en la molicie, Lore. Ni en la autocompasión. Eso nunca.