Siempre

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lunes, 30 de abril de 2012

Más santurrazos y más arreglos

Pido un perdón a todos aquellos a quienes he dejado plantados estos días. Una vez pedido y, espero, dado, procedo:
A pesar de que ya no era Semana Santa ni Pascua, los santurrazos siguieron a todo lo que dan. Por fin se llegó el día de la coronación, culminación ("confirmación, mamá","ah, sí,eso") que acabó siendo casi canonización. En la iglesia de San Charbel (así namás) de los padres libaneses y a ritmo de cantos en árabe se hizo la gran ceremonia del rito Marometa ("Maronita, mamá", "ah,sí,eso"). La criatura lució lindo traje con corbata y parece que se divirtió mucho, lo malo es que ahora la aureola de santo no lo deja dormir bien. Lo bueno es que estrené comadre y me reí de lo lindo. Lo pasamos bomba. Y la próxima semana le espera una confesión, cosa de la cual no tiene la menor idea. Ojalá le toque un cura paciente.
Y yo añadí a mi tarjeta de presentación, debajo de donde dice "se tapan muelas, se traducen visiones", el título de "esperadora de trabajadores" (es un decir lo de trabajadores). Esperé al albañil una hora por aquí, otra por allá; al del piso que se iba a instalar, según acordamos, un sábado, lo esperé hasta el siguiente martes; esperé al del gas. Cuando me tocó esperar a los indios zacaplastas (los que recogen escombro o cascajo) estuve a punto de llorar: llevaba dos horas sentada en la acera porque mi coche estaba bajo el ardiente sol y no llegaban, y yo tenía que llevar hijo con pata enyesada a la Uni. Llamé que lo recogieran y que si querían cobrar pasaran a mi casa y así lo hicieron. Yo sin comer ni beber para no alejarme por si llegaban, mis hijos malcomiendo lo que hallaron... Me deprimo.
Lo buenísmo fue que el hijo pequeño no tiene fractura y sólo tuvo la bota una semana, me ahorré el trabajo de ir así en avión, a la playa, a la boda. Y él podrá ponerse su traje nuevo y lucir como un muñequito rockero de biscuí tamaño caguama.
Lo malísimo es tener que regañar a mi mamá: "no estás horrorosa, estás viejita pero bonita, o bonita pero viejita" "No estás tarada, estás olvidona, no te meltrates". Qué difícil es verlos hacerse viejitos, a nuestros mayores. Pero cómo no le voy a tener paciencia, cómo no la voy a pastorear si ella me tuvo paciencia a mí y no era cosa fácil.
Y este miércoles salgo a ver a mi hijo mayor martimoniarse. La vida es pura diversión, deveras.



lunes, 9 de abril de 2012

Santurrazos y arreglos

Se nos acabó la Semana Santa con doble sensación: de alivio y de pena. Alivio porque sobrevivimos a las procesiones y santurrazos y pena porque vuelve el caos a la ciudad aunque algo mansito porque falta esta semana de Pascua en que los chamacos aún no van a la escuela y se dedican a hacerles la vida de cuadritos a sus mamás, a falta de maestras. Yo por mi parte dediqué estos días a hacer uno que otro arreglo caseril con todo y marido y a darme unos santos atracones muy opíparos por aquello de que los restaurantes estaban poco solicitados y era fácil llegar a los favoritos, incluso a los del centro. Para rematar la vigilia me reventé un solomillo al Cabrales con el queso que mi hermano cedió a esta nuestra comunidad. Alabado sea (el queso, Alfredo, y el solomillo).
Los tres primeros días, que se suponen hábiles, trabajé en el arreglo del departamento nuevo (nuevo pa mí, que tiene sus años): ir y venir de albañil, abrir balcón a punta de mazazos; comprar muebles de baño, de cocina, conseguir herrero. El miércoles me entregan el fregadero y con eso de que llegan "entre nueve y una" va a ser un desmadre. ¿Me planto ahí sentada en una bolsa de escombro con mi termo de café y un libro? En cuanto al piso de las recámaras, lo pediré para el sábado, que ya bastante he hecho (todo, nada más). Tengo que llevar a mi madre a recoger un vestido (paciencita, Lore, paciencita) y a comprar zapatos. Los que quieran comer de a tres tiempos y agua de sabor, postre y pan, que se sienten a esperar como los locos de San Hipólito, que esta su madre superiora está algo ocupadilla. Se me termina la paciencia y los dineros, que no son de hule para estirarse tanto.
Y descubrí que por linguandotes que sean los hijos, aún hay que educarles. Ya he dicho que se creen que la vida es jauja porque tienen a sus valedores alias papá y mamá, pero ahora me di  cuenta. El menor de mis zapotesaurios sale, pide dinero, yo le digo que se lo gane, que mínimo haga SUS cosas (ropa, cuarto, gato) pero llega el papá y le suelta el billete. Se lo hago ver al papá. Por la tarde vamos al súper Sumesa, mejor conocido como Sumierda, y las tres latas de comida para gato que adquirimos salen podridas. Le digo al zapoiguanodonte que vaya a devolverlas y ¡me dice que es una tacañería! "¿Por treinta pesos se va a ir uno a pelear'". Le digo que le diga a los obreros que ganan el sueldo mínimo que treinta pesos no es nada, le arguyo que como a él no me cuesta ganarse los quintos los tira... ná. Oír esa opinión me hizo darme cuenta de que he criado un monstruo y que hay que quitárselo antes de que sea demasiado tarde. Time to take action.
Y recordé así, la sabiduría de mi abuelita, que es la de la quincena (nunca mejor dicho): Cuida los centavos, porque los pesos se cuidan solos. Y es verdad: gastar una cifra grande se piensa, se calcula, pero ahí anda una malgastando los ocho, los cincuenta, los cien pesillos, que suman.
Me duele la cabeza por eso que los médicos llaman estrés y que yo juro que no tengo...