Siempre

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lunes, 28 de noviembre de 2011

Melquiades y el teporocho

Por ahí no sé en qué ciudad hay un festival de títeres. Y perdonen que no les dé el dato exacto pero no soy su yipiés ni tengo memoria de pinchemil G. León, Zacatecas, qué más da. La cosa es que me acordé primero de Marcela y luego de Melquiades.
¿Que quiénes son Marcela y Melquiades? Como de eso sí sé, informo que Marcela Guijosa es una gurú que, además de escritora e hiper maestra pokemona, sabe mucho de la cosa de los títeres e incluso trabajó con su marido en la documentación de su historia. Melquiades es un títere hilachiento que compré en la tienda de don Mariquito con un peso que debe haberme dado mi abuelito allá cuando yo contaba con cuatro años de mi tierna edad. Era ya en ese entonces parte de una especie en extinción, con su cabecita, manos y pies de barro pegadas a unos retacitos de trapo que eran su cuerpo y su traje a la vez. Pende todo él de de un vil alambre al cual le até un hilo para que quedara más largo y no se asomaran mis manitas en el escenario -caja de cartón pintada con cortinas de retacería adquirida en los cajones de la máquina de coser de mi mamá- ,mientras él bailaba y presentaba su show junto con un vejete de la misma raza que tenía barbas blancas y sombrero al juego. El teatro, claro, se llamaba "Gran Teatro Melquiades" y presentaba espectáculos distintos cada semana para poder cobrarles un modesto boleto a los tíos y abuelos y de paso venderles palomitas.
Para los incultos que tampoco saben quién era don Mariquito, era un viejillo que compro, traspasó o rentó la tiendita de la esquina, uno de esos tendajones oscuros que huelen a vinagre rancio, y que por casualidad había pertenecido a dos Doñas Mariquitas anteriormente, lo cual le ganó por extensión el nombrecito. Lo malo es que en ese entonces yo era muy inocente pero eso sí, muy educada, y un día que entramos a comprar unos dulces o una chaparrita de mandarina, lo saludé: "Buenos días, Don Mariquito". El viejo se enojó y me dijo: "no me llamo Mariquito, me llamo Fulano". Yo me quedé anonadada y no entendí por qué tantos nombres para un mismo señorcito, y ,más cuando salimos de la tienda y mi tío Ricardo o mi mamá, no recuerdo con quien iba, contó mi metida de pata a todo mundo que reía sin parar. Bueno, por lo menos les alegré el día.
Moraleja 1: no se refieran a las personas por sus apodos delante de los niñitos inocentones como yo. Luego cuando llega el basurero tuerto gritan: "¡es el basurero ojo de canica!" y lo dejan a uno sin servicio de recolección a la puerta. Si es que era muy candidota yo, insisto, o no sabía la diferencia entre nombre y apodo.
Moraleja 2: Si traspasan algún negocio, tomen en cuenta como factor de negociación el nombre del anterior dueño, vaya a ser.
Comí: con mi mamá y sus primas. Son muy chistosas. Al regreso dejé a mi mamá en su casa y ahí estaba el teporocho que últimamente anda por la acera, muy sentado con sus costales. El otro día les dijimos a los policías de la esquina y nos dijeron que ellos sólo pueden darle información y aconsejarle que se vaya a un refugio, que no pueden levantarlo a menos que hiciera "cochinadas como excrementarse, orinarse, o exhibir sus partes íntimas" (sic). Le dije a mi mamá que saque a los hijos de mi hermana a que le digan: "¡que se la saque, que se la saque!", aplaudiendo, ver si hace caso y le toman una foto y así la patrulla se lo lleva. No sé si funcione ni tampoco sé cómo manejé a mi casa carcajeándome, hasta unos señores se me quedaron viendo, pensarían que iba llorando. Ahora mismo, mientras escribo, el gato vino a ver qué pasaba. Ha de creer que estoy loca riéndome sola, pero ella (es gata) está peor: maulla sola.
Sabiduría de la quincena: Nos cae diciembre encima y no sabemos qué haremos de navidad, año nuevo, cumpleaños y demás celebraciones decembrinas. Ni modo, las tocaremos de oído. A veces la improvisación sale bien.

martes, 15 de noviembre de 2011

El Norte también existe

Eso de norte y sur es tan relativo como lo de gorda y flaca. Soy más flaca que fulana pero más gorda que perengana.
Así, yo siempre digo que la gente del sur me es menos familiar que la del norte, porque para mí el sur es de Morelos hacia abajo, y heme que llego a Sonora y a mis primas de allá les dicen: "no sabíamos que tenías primas en el sur". Me acordé de cuando conocí a mi suegro: me preguntó de dónde era mi papá y le dije que de Culiacán. Entonces él, con cara de alegría me dijo que él también era del norte.... pero del norte de España, así que eran paisanos. Con estas ocurrencias, ¿cómo no me iba a enamorar de él desde el principio?
Y yo, como a veces conviene hacer las cosas al revés, cuando me metieron a la cápsula de la sonografía me imaginaba que iba en una nave espacial y desde ese día cuando voy en avión juego a que estoy dentro del aparato médico. Cosas de una. También inventé una técnica para todos aquellos que sienten miedo ante el aviso del capitán de que habrá más turbulencias (sin dedicatoria): verán, las nubes son como los topes y baches que hay en las carreteras federales sólo que de altura, así que bien puede una cerrar los ojazos desvelados de boda y baile e imaginarse que va en el autobús foráneo Hostotipaquillo - Tapalpa y Anexas y de esa manera relajarse hasta conciliar el sueño. Eso sí, no hay paradas para comprar quesos de La Barca, cajetas de Celaya ni charamuscas.
Y estuve en Sonora. Hasta que se le hizo al caldo, dicen por ahí. Fui más que feliz de descubrir que mis primas hermanas de allá son como yo y como otras que tengo acá y en Zacapu (hola Cecy): alegres, dicharacheras, cantadoras, bailadoras y guapísimas. Ora ya no las suelto. La boda del sobrino fue muy hermosa pero lo más valioso está dicho. El encuentro no sólo del mar con el desierto sino de mis genes tan shulos. Entiendo los sentimientos del marido cuando se ve con sus primos hermanos que la geografía tiene tan lejos pero el cariño tan cerca.
Y para despejar el coco (pretextos, lo que pasa es que la criada se me fue muchos días al SUR), hice cosas de casa. definitivamente en la facultad no me enseñaron a planchar. No me lo creerán, pero una no nace sabiendo hacer esas cosas, como es la común creencia de que una por naturaleza sabe cambiar un pañal y ellos nacen sabiendo afinar un motor y desarmar la licuadora. Esta idea sólo da pie a que a una la quieran y la logren muchas veces engañar en los talleres con el viejo truco de que las chafolinas se pegaron con el turumbolo porque no lo llevamos cada mes a revisión de frenos, y a ellos en el mercado dándoles el perejil y los tomates carísimos y hasta choridos. Salvo excepciones, como yo en la Nissan o mi Manolo en la compra, que somos rete listos.
Claro que esta filosofía de nacer sabiendo según género no es tan lama si la sabemos usar bien. O.K., yo cocino pero tú cortas el pasto. De alguna manera se reparten las chambas y sale una bien librada y sin embarrarse de grasa de motor que es tan difícil de quitar de las manitas, además de ahorrarse alguna cena horrorosa que habría que comerse y todavía decirle al hombre que estaba deliciosa. Nosotros, y por nosotros quiero decir mi esposote y yo, tenemos claras las cosas al menos en ese aspecto. También me puse a coser, nada como la talacha para alejar las tristezas y conjurar las penas, le hice una colcha de Cars que será la envidia de todos los señores y una pijama calientita para estos inviernos que, a saber por qué, se van haciendo más fríos, será que nuestra recámara tiene un ventanal al norte, por cierto.
Recomendaciones de la quincena (gratis): vayan al museo León Trotsky, hay un cine debate llamado "Pasaporte al exilio", "Visa al paraíso", de Lillian Liberman es excelente, y se puede ver la película e irse para ahorrarse las memeces que algunos dirán. Además me queda a cinco calles. El enlace cortesía de una servidora:
www.museocasadeleontrotsky.blogspot.com

Sabiduría de la quincena: "El que con leche se quema ve una vaca y se escapa". Pepenado por ahí.
Próxima parada: San Miguel de Allende.