Siempre

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martes, 26 de junio de 2012

Los pañales y las chicuelinas

Decía Bernard Shaw que los políticos son como los pañales: hay que cambiarlos con frecuencia por las mismas razones.
Y en esa época nos encontramos. Ya no se ven los postes ni los discos de alto total, ni los semáforos. Todos están cubiertos de una cantidad inmensa de propaganda, esa que en unos días recibirá el nombre de "basura electoral" y que yo creo que lo es desde que la colocan. Fotos de candidotes y candigatas sonriendo a mazorca pelada y a los que, claro, no se les ven las manos, con lemas tan tarados como "para que en Coyoacán haya alegría", o tan peregrinos como "para que te vaya mejor". Unos feos, otros peores; unos muy conocidos para su vergüenza y otros desconocidos hasta para sus madres, todos con la negra intención de arrancarnos nuestro sacratísimo voto. Unos son de papel y con tanta lluvia se han aguadeado y muestran la cara deformada; otros son de plástico, destinados a existir una eternidad en el planeta, pero el sol ha logrado desteñirles un poco los pigmentos convirtiendo al amarillote del Pedorré en color caca pañalera, al azul del PAN, que se creía rey, en azul aguanoso y al verdeblancoyrojo del PRI en pardocrudoyladrilloso.
Y me acuerdo de mi pequeño Manolín, cuando pusieron, en lugar de Tom y Jerry, el Programa de los Partidos Políticos y gritó enojadísimo: "¡odio a los políquilos!" Cuánta razón cabe en las pequeñas bocas de los niños, ahora yo, al ver el basurero físico, televisivo y radiofónico que esos personajes traen, grito igual. Menos mal mañana es el último día en que se permite la propaganda (oficial: FB, Twitter, Internet es otra cosa), porque un slogan, un choro, una sonrisota, una denostación más y me zurro.
Mi maridote siempre hace planes, es un entretenimiento matrimonial que acostumbramos copa, vaso o taza en mano. Para cuando seamos (más) mayores, que si al campo, que si al mar, que si a otro país... Yo estoy pensando dedicarme a criar cerdos de lidia. Sí, popularizar corridas de cerdos, como las de toros, y llenar el país de plazas de puercos, que serían algo más pequeñas que las de toros, si es que tienen medidas oficiales como las canchas deportivas (si alguien lo sabe, por favor en comentarios). la cosa es ir seleccionando a los puercos más bravos, más entrones, para que mi ganadería sea de sangre bravía: diseñar el emblema o como se llame lo del listoncito (más villamelona... No me pegues, Gloria), convencer a los antitaurinos que en este caso serían antiporcinos que de todas maneras el cerdo será chilorio, tocino, jamón y carnitas de Quiroga al día siguiente, sea toreado (perdón, cerdeado) o no. El traje no sería como el de luces, aunque luzca; habría que inventar una ropa sui-géneris pero eso sí, muy ad-hoc (y eso que hoy no es el día mundial de los latinajos), es decir cómoda, que permita el movimiento grácil de las chicuelinas o marraninas, de las verónicas o cerdónicas y demás faenas.
Si no sé por qué no soy millonaria, con tantas ideas como tengo.
Hasta la próxima en la que ya tendremos (gulp) presidente electo (más gulp) y sabremos si mi idea de la cerdomaquia la podré realizar aquí o habré de emigrar cual golondrina.



martes, 5 de junio de 2012

El exilio del perico

Me reportan que Concho, el loro real, no es feliz; que su comportamiento y actitud ha cambiado, que su afabilidad y placidez desaparecen. Es lo malo de ser transplantado, exiliado, cambiado de lugar, o como puso Puri a su libro: "Arrancados de raíz". No siempre los cambios sientan bien. Tal vez Concho extrañe el vergel en que vivía, las constantes visitas de los pájaros que con pretexto de robarle algunas zurrapas se quedaban a platicar con él como buenos vecinos; quizá le haga falta la sombra del limón, o su aroma; los rayitos de sol que se filtran por entre el fresno o las perras corriendo al rededor de su jaula. Será el ruido de la fuente, los gritos de la guacamaya del vecino que parece que le ponen supositorios contra su voluntad, o los gruñidos de Percy cuando pasan las águilas, avisando del peligro. O la Miss Oaxaca respondiendo a sus habladas: "¿ya mero?" -"Sí, Concho, ya mero acabo de barrer".
O será que desde su balcón ve los árboles desde lejos y no le llega su olor, o que le hace falta decir "¿bueno'" cada que el teléfono suena.
Espero que el pobre loro se aclimate, que unos se aclimatan y otros se aclimueren. Que se adapte como esos franceses que llegaron desde Champlitte a fundar San Rafael, Veracruz, en donde acabo de estar en honor a mi madre, y cuyos piesitos de vid y semillas de trigo se pudrieron en una tierra húmeda y calurosísima donde tuvieron que aprender a sembrar plátano, vainilla, mangos. Sus descendientes tienen ahora enormes y prósperas plantaciones con unas casonas dignas de Beverly Hills dando fruto y prosperidad en un estado donde los naturales son, digamos, no muy afectos al trabajo.
A últimos días me dicen que Concho se va adaptando, que grita sus famosos "hola" a los coches. Se volverá urbano. espero que lo logre.
Porque yo soy muy optimista, y de cepa propia porque no lo heredé, mi padre hasta murió de puro pesimista. Mi mamá, que debería llamarse Angustias y no Mercedes, no canta mal las rancheras, siempre se pone en lo peor. El mes pasado, sin ir más lejos, estaba en su cuarto de hotel y entró al baño. El baño no tiene ventanas y ha de usarse luz eléctrica. Ocupada estaba en su menester cuando de pronto se fue la luz y ella inmediatamente dijo: "¡ya me quedé ciega!". No se le ocurrió que le hubieran apagado la luz, o que se hubiera interrumpido la energía, no: se dio por ciega para siempre. Al volver la luz, al minuto, le volvió también el alma al cuerpo. Cuando me lo contó me moría de risa. "¿No te preocupaba cómo ibas a subirte los calzones sin ver?". Ah, porque a ella se le olvidan las cosas, me llama cinco veces en dos horas para decirme y/o preguntarme lo mismo, y no me importa, se lo responderé siempre como si fuera la primera vez; pero de política nada se le escapa, pregúntenle quién es el secretario de qué, el candidato de tal o el gobernador de dónde y se los sabe todos. Ayer mismo me fui al mitin de la Pepa en la plaza de mi pueblo pero no le dije, pensando que sería mucho ajigoloteo para la viejita. Nada, se fue por su lado con todo y aguacero. Claro, ahí estaban todos sus cuatachos del partido. Algo de razón tenía yo, sin embargo, que el partido que gobierna (es un decir) mi delegación, nos puso reventadores disfrazados de estudiantes y aluego esas cosas acaban mal...
Sabiduría de la quincena: aprovechen las lluvias, acopien agua, siembren algo, o sálganse a mojar a lo tarugo al jardín, como yo.