Siempre

Siempre

sábado, 7 de mayo de 2011

La televisión, la televisión es para entretener...

La televisión es un gran invento, eso ya lo sabía mi abuelito cuando ya no gozaba de pase gratis para los toros y además su enfermedad le impedía ir a verlos a la Plaza México que, además, nunca le gustó mucho: él prefería la de la Condesa, que como todo, murió (también mi abuelito). Así, se resignaba a mirarlos en la pantalla blanco y negro de la primera televisión que hubo en la Colonia Roma, y que él compró en 1951 (si quieren verla, la tengo, y con factura original), brandy y puro en mano y con su amigo Abelardo.
O mi mamá, que entre que nos traía del kínder y nos daba de comer (una santa, ella), contaba con que el Club Quintito, el Tío Gamboín o Chabelo nos entretendrían un rato a los tres en lo que hervía la sopa y se exprimían los limones para el agua de sabor que nunca nos faltó.
Así pues, la función de la tele es entretener: al que está cansado, al que se le terminaron los libros, al que no pudo ir al cine a ver "Up" o "Charry Potter" pero, sobre todo, al enfermo. Y yo, que aunque lo esté soy tan sabia, he contado con ella para mi solaz y esparcimiento.
Estos días he visto dos o tres partidos de futbol con tal de que mi enfermero mayor no se me vaya al otro cuarto; varias películas americanas de a dos por un dólar con moralejas variopintas; muchas series menos las que me gustan (malditos programadores, las pasan cuando tengo dolor , dormito o algo así y me las pierdo), y unos churros de manufactura o cinefactura mexicana antigua de los que el colmo fue "Ave sin rumbo", en la que condensan a menos de dos horas todos los sufrimientos de Anita de Montemar que en forma de radionovela duraron años. Menos mal pedí cuatro libros a Ghandi y como sólo tenían dos de ellos, me los enviaron rápido y sin coste de envío. Uno de Vila Matas y otro de Bryce Echenique, a ver qué tal me va.
Algo así me hubiera gustado que hicieran conmigo: que en lugar de tener que haber ido al hospital, a cambio de todos estos días que llevo de retorcerme, de píldoras, inyecciones, sueros y radiografías, un guionista antiguo se hubiera dado a la tarea de resumir toda la enfermedad a dos horas. Es más, hasta a tres o cuatro.
Pero de esos escritores ya no hay: se murieron rápido todos.

No hay comentarios: