Siempre

Siempre

domingo, 26 de septiembre de 2010

Por lo visto ha de ser todo lo mío algo excepcional: mis goces, mis penas y hasta el menor suceso de mi vida, de esos que nadie ve más que yo. No quiere decir esto que lo inverosímil sea mi única especialidad, pero tal vez por ser lo que más me atrae es lo que más me llega. El tiempo transcurre para mí como para el minutero de algunos relojes de esos grandotes que hay en las torres antiguas: durante cincuenta y nueve segundos se mantiene inmóvil y de pronto salta sin transición al minuto siguiente con una sacudida, un salto, como si se hubiera dado cuenta de repente de los segundos perdidos. Igualito que yo, que soy tan mona, que de sopetón me doy cuenta de que ha pasado el tiempo y llevo dos horas en la misma página. Ni siquiera doyme cuenta de en qué invertí ese lapso.
Por eso tampoco me especializo en inversiones.
Ahora, aclaro al decir que lo mío es excepcional, me restrinjo a la manera en que yo lo veo, lo percibo, y en cómo las personas reaccionan cuando les cuento lo que hice, lo que me ha pasado y lo que he visto. Unas se ríen mucho, otras simplemente no me creen. Por tanto el problema no está en mí sino en los demás, como siempre suele suceder.
Intenté pintar, junto con mi maridín, la verja del garage. Él las partes altas que para eso se casa una con un tío alto y yo de donde alcanzo estirándome hasta el suelo. Resultado: una mierda. Conste que he pintado infinidad de superficies con todo tipo de pinturas (vinílicas, de agua, de aceite, de thinner..). Compré eligiendo del muestrario de la marca Comex, que es de la que siempre compra uno y que se supone tiene cierta calidad, una pintura esmalte medio metálica en color café, cuyo resultado se anunciaba entre cobre oscuro-óxido-viejo. Calculé la cantidad de acuerdo a los metros cuadrados de metal a pintar; obtuve las brochas y el solvente adecuado; coloqué plástico y periódicos para no ensuciar. Pusimos la primera mano y quedó una birria.... se veía opaca, como primer, francamente fea. Dejamos secar toda la noche a ver si amacoyaba. Intentamos la segunda mano para tapar lo verde anterior que aún se transparentaba y para emparejar, lo cual es normal, y quedó peor. Desperdicio de tiempo, dinero y esfuerzo. Y para eso me quedaron las manos cobrizadas como zapatito de esos que cuelgan de los espejos retrovisores en los taxis de Acapulco.
Ahora he de esperar a conseguir un maistro decente y que quiera trabajar, que necesito uno urgentemente para unos remiendos de plastería y embarres. Eso sí, una vez entrando háganse a un lado porque ahí les va el tren y mientras se arreglan sus cuartos, acampen en el jardín. (Alquilo tiendas de campaña y lámparas Coleman).
Es más fácil hallarse un esposo que un albañil, de verdad, y que me perdonen las quedadas, quedando claro que no hablo de cantidad sino de calidad.
Mientras, mi portón será el hazmerreir de la calle.
El Sprint anual va viento en popa. Voy llenando cuadritos de mi planograma, tachando cosas ya listas y delegando lo poco, cuasi nada, que se puede.

lunes, 13 de septiembre de 2010

A veces es sano y siempre es bueno ir a algún lugar hermoso y, si es uno que amamos, más.
A veces es gratificante andar por calles y plazas por las que se anduvo hace muchos años, siendo una niña, de mano de papá y correteando con los hermanitos y los primos; ver las mismas cosas con otros ojos, los mismos pero más llenos ya; tal vez menos abiertos al asombro pero más educados en la observación y con el filtro del recuerdo.
A veces es necesario escaparse a esos pueblos, esos lagos y bosques, esas playas y llanuras, para recordar que tenemos un país del cual tal vez muchas cosas no nos gusten, pero que es el nuestro y ver su belleza. Es el lugar donde nos hablan de tú, donde entendemos los modismos, los arcaísmos y hasta los albures. Es nuestra casa.
Así nos damos cuenta de que las cosas que no nos agradan, que nos lastiman, no son parte del país sino del gobierno, dos conceptos que tendemos a homogeneizar y que es preciso separar en nuestra mente y en nuestros ojitos tapatíos.
Por eso me fui a Pátzcuaro y en cuanto pueda me vuelvo a ir.
Porque yéndome físicamente me alejo también emocionalmente de las realidades que tengo que estar viendo y soportando. Me llevo en mi equipaje, aparte de calzones limpios, mi amor y mi cuaderno; mi cámara y mis ojos; mis oídos y mi voz.
Y vuelve una con la vista renovada y venga a poner un pedazo de provincia en casa.
Y vuelve una ya planeando la que sigue, así, corta, sin necesidad de muchos días ni de mucho dinero, para tener a qué agarrarse cuando la vida no nos sonría mucho o de plano nos haga jetas.
Nada más se me quite esta bronquitis y pasen las Fiestas Patrias, que aquí en en pueblo dan mucha lata y durante las cuales no se puede salir porque es puente largo y todo, carreteras, hoteles, está retacado, me voy. He dicho. Esos días seguiré en la gran pintada de la verja y de alguna que otra pared. Se aceptan voluntarios, yo pongo la comida. Anotarse en comentarios, de uno por uno por favor.
Consejo gratis: No por mucho gritar "¡Viva México!" México vivirá, ponerse manos a la obra.