Siempre

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domingo, 15 de noviembre de 2015

Sufrimientos novembrinos

Noviembre a medias y aquí seguimos, dándole cara al mundo.
Al mundo que es un desmadre, pero de ello hablan todos, todos que son tan sabios (creen) y discuten como los súper expertos que son: que si poner azul y rojo que si no.... que si acá también hay muertos y nadie pone la bandera de México, que si mentira, la ponen demasiado. En fin, que para eso hay otros espacios.
Y hoy es domingo de puente. Mañana no trabajan los que lo hacen formalmente, como mis dos hijodontes. Yo sí, tengo que ir lejos a recoger un coche, pero los dioses me favorecen porque no habiendo escuelas ni bancos el tráfico me será leve. Estos puentes me gustan más que los romanos, la verdad. La ciudad ha estado tranquila, vacía. Anoche recogí a Diego en el Bazar donde trabajó el fin de semana y donde espero se hayan vendido mis cuadros y nos fuimos a cenar a San Ángel, sitio que en sábado suele estar retacado. Tuvimos la terraza del restaurante casi para nosotros solos, con música y toda la cosa; estuvimos muy contentos salvo el momento en que el ruco se azotó. Pero en fin, gajes del oficio. El chiste de este puente fue sacarle la vuelta a los centros comerciales y tiendas de toda índole, porque era el mentado BuenFin, en el que sacan ofertas y dudosos descuentos que hacen que se abarroten y retaquen de gente que adquiere cosas que ni necesita y se endroga a mil meses con las tarjetas de crédito. Yo me avituallé desde el jueves para no salir.
Pero caí en la felicidad del consumismo. Allá por mis quinceañerencias mi papá me compró un chaleco hippie de gamuza en Quiroga, Michoacán. Era lo más lindo, con muchas tiritas que colgaban y yo me sentía la mismísima Janis en persona presente, con mis greñas ad-hoc. Pues resulta que vi uno en afamada tienda de ropa (no digo el nombre porque no me pagan patrocinio, se aceptan patrocinadores) y obviamente mi nostálgico corazoncito lo deseó con mucha enjundia, Pero me dolió el codo... Hay prioridades -me dije- y hay que ahorrar. Luché con un diablito y un angelito en mis hombros, uno me decía: "cómpralo, que acabas de cobrar unos trabajos y no te has dado un gustito"; el otro me detenía. Fui después a la tienda con Diego y ya no había. ¡Horror!
Mi apetito me llevó a verlo en la página de la afamada tienda y lo tenían pero me cobraban envío, encareciéndolo y seguí pensando... y sufriendo varios días. Como me anoté en la página web, el viernes que comenzó el mentado BuenFin me llegó la oferta irresistible: no cobraban envío y hacían el 30% de descuento. Una es débil, como la carne, y azoté. Ya era mucho. Total lo compré junto con otro padrísimo de la muerte y me llené de felicidad consumista. Fue un poco como cuando sueño con tacos de chilorio y sufro verdaderamente algunos días hasta que logro comerme unos, para que dimensionen mis sufrires.
Y no sé si este texto quede como veracruzano o escrito por el peje porque la tecla d no me obedece mucho, acabo de sufrirla con el trabajo que mandé hoy (sí, que terminé hoy domingo de puente para que se vea que aparte de sabia soy chambeadora). Cosa de limpiar mañana el teclado y ya está.
Otro sufrimiento me lo ha causado mi guitarra. Un día se le rompió la sexta y al cambiársela se notó que el aparatejo que las sostiene tenía un tornillito barrido. Fui a la tienda que me recomendaron y que no, que no arreglan ni tenían el tornillito, pero me vendieron el adminículo que va atornillado a ambos lados y que tiene las clavijas, que estaban más gachas que las mías. Sé que no es la gran guitarra -le dije al chavo-, pero me la trajo santaclós y la quiero. Cómo no -respondió para mi alegría-, si es de cedro, es muy buena guitarra. Le pregunté si cualquier marido podía cambiar ese aparatito y dijo que sí. Poder podría pero no quiso porque estaba más feo que el original y consiguió el otro tornillito con un cerrajero, se lo puso y aparentemente quedó bien pero al sacarla en Tequisquiapan con mis amigas ya tenía la cuarta reventada. Total tengo que ir hasta la Casa Ramírez y a ver en cuánto me sale la gracia.
El sufrimiento con la Comisión Federal de Electricidad, ese monopolio del estado que no no deja producir nuestra energía pero que nos cobra como gente grande, mejor ni se los platico, no se trata de hacer llorar a nadie.
Y ya no voy a dormir en la cama de piedra. Mi espalda, mis hijares, mis piernas y mi cogote lo agradecerán, lo sé. Ya no despertaré como cuasimoda, como si hubiera dormido en el suelo como cualquier animal. Ya nomás me compro unas almohaditas decentes y ¡voilá! Espero soñar, que esa es otra cosa.
Sabiduría del mes: La felicidad puede venir de cualquier cosa, aprovechémosla.