Siempre

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lunes, 19 de julio de 2010

Julio va pasando

¿Por qué celebramos los cumpleaños?
Cuando se trata de edades avanzadas se entiende, celebramos que el abuelo cumpla sus noventa porque es poco común y porque nos da gusto tenerlo aún entre nosotros aunque esté todo pachichi, chorido y chumiqui echando estertores. Egoísmo, porque nos da gusto no haber pasado todavía la pena de perderlo y de ahí la celebración: otro año que nos ahorramos un dolor porque por acabado que esté el abuelo, es nuestro y lo queremos.
Cuando los niños son pequeños se les celebra porque les hace ilusión y porque les refuerza lo que ahora se llama autoestima: ese día son los reyes de la fiesta, comen a reventar, invitan a sus amiguitos y reciben regalos. Antiguamente se hacía porque de los muchos niños que tenía una, no todos cumplían muchos años, a veces ni siquiera uno, así que era motivo de alegría aparte de verlos crecer, que siempre divierte, verlos alejarse de las amenazas de las enfermedades infantiles que tantos estragos hacían entre la población menuda.
O sea que en ambos casos es una manera de tratar de conjurar a la muerte, que tan mal nos cae. Porque mientras unos cumplen otros ya no lo hacen, mueren dejando tras de sí una estela de dolor y de recuerdos.
O las fechas que sentimos como un parteaguas: la mayoría de edad; los treinta; los cuarenta.... Las décadas, que muy por dentro nos dicen que algo cambiará en nosotros. Claro que una es optimista y piensa que cambiará para bien (ahora sí maduraré, ¡qué padre!) y no vislumbra la posibilidad lógica y natural que con tal acúmulo de años el cuerpo se estropée un poquín más con cada uno, que la escalera se haga más larga, las cosas más pesadas y el tiempo más corto.
Pero cuando el que cumple años es alguien a quien una quiere, se lo festeja sin importar la cifra. Lo convida a comer, le da obsequios y le hace alboroto no para que sienta sino para que sepa que es la persona más importante del globo globalizado.

Y yo, que he terminado con los cumpleaños de julio, espero a los de los demás meses para seguir conjurando a la mugrosa muerte.

Sabiduría de la semana: Existe la cuesta de julio, con la desventaja de los gastos de verano y las inscripciones escolares próximas. Los economistas algo deberían aconsejar, yo no lo soy.

3 comentarios:

Manuel Menéndez dijo...

Pero si la muerte no es mala, paradójicamente, es parte de la vida. Y recordar... ¿Por qué recordamos? ¿Cómo recordamos? recordamos todo lo que hemos vivido con una persona, así que el concepto de "ser querido" lleva un poquito de ira, disgusto, etc. Pero aún así lo queremos... Eso de estar vivo me es tan raro.

Lorenitachula dijo...

Lo de estar muerto es más raro. Yo, cuando me he muerto, me he sentido fatal por dejaros.
Lore

Anónimo dijo...

La muerte lo padre que tiene es que da pa escribir mucho, los lectores sosn morbosos.por eso me gusta tu novela wey.
Pau