¡Pam!, suena un golpazo tremendo. ¡Ay! -digo yo-, ¿qué pasó? Nada -me responde una voz que siempre dice que nada ha pasado aunque explote un tanque-, se me cayó la puerta. ¿Cuál puerta? -asombrada pregunto. La única que tengo, la de mi cuarto. Inmediatamente me levanto a ver tal prodigio. En efecto, la puerta de su recámara está tirada y mi hijo Manolo sostiene en sus peludas manotas unos fierritos muy lindos como de latón que son las articulaciones del marco. Ese es el tipo de cosas que acontecen en esta casa de chuchos y loros. Menos mal en eso llegó Diego con un amiguito de su tamañote y entre los tres montaron de nuevo la puerta en su sitio, porque para hacer fuerzas no estoy.
O está una, que es tan dormilona, a media noche roncando a pierna suelta cuando algo aplasta su cabeza. Me despierto para ver un par de ojos que miran los míos a tres centímetros de distancia y una lengüita que sale y chupa mi nariz. El bulto peludo empuja mi cabeza y se acuesta a dormir encima de mi pelo y por ende de mi almohada arrullándome con su rrrr rrrrr. Claro que esos ratitos en los que una se despierta entre la noche son muy útiles para planear los quehaceres y ahí está una pensando: mañana iré al banco, checaré mi saldo y calcularé para cuándo tengo que pagar la escrituración; pasaré al mercado a comprar hígados de perro... digo hígados de pollo para la Chicha que ya casi no tiene dientes; a la papelería a buscarle un calendario con espacio para anotaciones a mi mamá... acabaré el trabajo uno y comenzaré el dos.
Como en esta casa también padecemos de problemas de identidad (Concho, el loro, cree que es una señora cursi), le digo al marido que no llame gato a Pachita, porque Chika, que es perro, cree que ese gato es un perrito que le compramos para jugar. Lo peor es que Chicha, la salchicha, cree que la gata es una rata, pero la gata cree a su vez que Chicha es una rata. Por eso más nos vale que nunca se encuentren, porque las escenas de cacería mutua suelen ser muy sangrientas.
Y entre ronroneos y ladridos me duermo y sueño que el notario que se escapó con la del banco niega un pedido de medicamentos porque tienen caducidad próxima y que yo me tengo que tomar todas las cápsulas antes de que expiren pero como a mi mamá se le había olvidado tomar las suyas le doy la mitad de la montaña de píldoras que me espera. ¿Qué pintaría Dalí ante esta manifestación onírica?
Sabiduría y consejo gratis (dos por uno): El pasto no es siempre más verde del otro lado de la barda. hay que trepar la barda y asomarse bien para no alterar la visión con el paralaje o las sombras.
Disfrutando mi casa sola (sin humanos, quiero decir)