Siempre

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martes, 9 de agosto de 2011

Agosto al costo

El tiempo es relativo, ya lo dijo Einstein. Y no hacen falta ocho cuadernos de ecuaciones para saberlo, basta con comparar cómo el mismo lapso bien medidito con reloj atómico a veces es cortísimo y a veces es eterno. "Time flies when you are having fun.... or rum". Pero también puede verse con los mismos ojos el periodo de marras, aunque el derecho vea una cosa y el izquierdo otra, sin importar cuál es miope, cuál hipermétrope y cuál bizcorneto. Estos tres meses con dos días desde mi ataque se dividen en tres etapas, a saber:
1. Etapa del dolor paroxístico, de la cual se guarda memoria distante, siento como si hubiese sido hace dos años. Como una pesadilla vieja.
2. Etapa del dolor reducido y movimientos atrofiados, en la que seguía sin hacer casi nada pero sin chillar, usando silla de ruedas.
3. Etapa de la recuperación del movimiento con dolores mínimos. Esto de los dolores no sé si en realidad están minimizados o me he acostumbrado. En esta etapa estoy, y es durante ella que he huido de la torturoterapia. Me lastimaron y sentí una regresión en mi estado porque en los ejercicios ponen movimientos que no son naturales a las piernas humanas. Prefiero ejercitarme por mi lado; caminar me ha hecho bien.
Las tres etapas juntas forman una sola que veo, por un lado, como larguísima y por otra siento que de repente es agosto y se me evaporaron tres meses de la vida. Tres meses en los que he trabajado poco, he escrito casi nada. Cuando hay dolor, éste ocupa no sólo nuestro cuerpo sino nuestra mente y nos distrae de cualquier otra cosa.
Pero ahora retomo una novela a medias, o a tres cuartos que había dejado; mañana le ayudo a una amiga que ha estado pendiente de mis males con su libro y he de ponerla atención a mi mamá, hoy la acompañé al banco y hasta hice que le regalaran una linda mochila de Betty Boop que daban al abrir una cuenta juvenil. Todo está en pedir. Salió feliz mi viejita con su mochila, cuadernos, lápices de colores y sacapuntas. Además, nos reímos bastante de los demás clientes del lugar, cual es nuestra sana costumbre de pitorrearnos de todo.
De todo, dije, y me he de pitorrear de esta hernia de disco ya muy pronto. El jueves voy a que me den de alta o de medio alta, asegún.
Libros de la quincena: "The only girl in the car", de Kathy Dobie, una memoria de sus años de adolescencia por los años setentas y "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", de Oliver Sacks, para quienes gustan de los casos psiquiátricos curiosos, como ustedes, que si no no estarían leyendo esto.
Sabiduría de la quincena: La paciencia tiene sus límites, todos tenemos derecho a explotar alguna vez, y el deber de aguantar als explosiones de los que amamos, si no, ¿pa qué somos amigos, esposos, hijos, hermanos?





8 comentarios:

F., desde el 15-M dijo...

Decía en noviembre pasado y lo repito:

Empieza a madurar el absceso en estos tiestos. Apenas un rubor en el capullo hermético hasta ahora. Falta un trecho para la eclosión de los primeros claveles reventones, como esos que tachonan los ágoras de Grecia. Quizá vaya para largo.
Entretanto, nos queda la palabra.
Hay Juanelos venales que se afanan en artilugios que suban el agua a la ciudadela numantina de los necios; carcomida y asediada, resiste a las catapultas de los justos (¿Pero hubo alguna vez once mil justos?). Ya empiezan a verse las primeras grietas en el Muro de la Vergüenza.
Tenemos la palabra, que anhela la cercanía de otras palabras, conciencia hecha palabra, palabra hecha piedra.
Pero me temo que -por ahora- sólo nos queda la palabra.
A esperar que la modorra se diluya, que se disipe la niebla del marasmo que viene del pantano, que la anquilosis de la inercia no maltrate demasiado las cinturas. Se van a quebrar muchas cinturas...
Por lo menos, nos queda la palabra.

(Dedicado a Mr. Cameron, premier british, y demás compinches neocón.)

Lorenitachula dijo...

A los que sólo tenemos la palabra, a veces nos callan a cañonazos. Pero debe ser un silencio temporal.

Ada dijo...

Tempus fugit, que diría Virgilio. ¡Cuántas frases célebres acerca de él!
En este momento de mi vida, lo que más me complace de esta, no sé si bien llamada, cuarta dimensión, es el efecto cicatrizante que ejerce sobre el ser humano en algunas situaciones. El dolor, la ira, la vergüenza, y cualquier sentimiento que lacere nuestro espíritu, se van diluyendo imperceptiblemente cada segundo que pasa. Quedan atrás las dolencias, y las ausencias, y hasta la muerte, porque el hombre es un animal de costumbres, y el instinto de supervivencia nos empuja hacia delante.
Ahora que, lamentablemente, ya no está mi madre, y mi pequeñuela partió rumbo a su doctorado en Londres, dispongo de tiempo para leer de nuevo, así que buscaré la chuleta donde había apuntado vuestras sugerencias y me iré rauda a buscar esos libros maravillosos.
Efe, me recordaste una canción de Carlos Puebla:
"Te habrán matado la carne
con un torrente de fuego,
pero jamás la palabra
y menos el pensamiento..."
¡Que siga el son!
Besinos.

Marisa dijo...

Porque lo decís Einstein y tú, que lo que es a mí, que soy más de Newton, el tiempo se me antoja absolutamente absoluto. Absolutamente imparable, absolutamente insobornable. Y todavía se me ocurren más “ines”: imperturbable, inmisericorde, inabarcable, intrínseco en sí mismo (esto último no estoy segura de saber lo que significa)… Chronos barbudo y distante, nunca escuchó mis súplicas: "Por favor, por favor, que no llegue nunca la hora del exámen de Mates" (aunque pueda parecer un ejemplo tonto puesto al tuntún, no lo es; algunas arrastramos ciertos traumas de la infancia), o “¡Pordiosssssquéagonía. ¿Por qué no será ya mañana?!”. Nada.
Me temo que los relativos somos nosotros. Ahora que yo pesada, asumida mi relatividad y su más que probable desdén, aún insisto en rogarle que, si puede ser, en el cómputo final de mi vida, ni me falte, ni me sobre.
Estos días estoy con una novela que me prestaron. Se titula “Las ovejas de Glennkill”, pero hasta ahora la verdad no encontré ningún motivo para recomendarla; ya os contaré más adelante.
Muchos besos.

Ada Madrina dijo...

Lore, hacía algún tiempo que no entraba en el otro blog, desanimada tras infructuosos esfuerzos, y hoy me llevé una sorpresa: ¡está tu comentario!!!

Lorenitachula dijo...

Sí Ada Madrina,ya vi, está y solito como la una. Qué mal.
Marisa las mates yo no quería que atrasaran el examen sino que hubiera una inundación en el colegio y las monjas la clausuraran siquiera un mes!!! Me costaron mucho, acá las califiaciones iban de 5 (reprobado) a 10. Yo sacaba 7 en mates con tanto trabajo y mi padre me regañaba y castigaba por tan baja nota. Tuve clases particulares con el profesor Benjamón que como su apodo dice era gordo y se llamaba Benjamín. En la carrera (Odontología) cero mates pero en la maestria (forense) nos metieron estadísticas, físics y demás que necesitaban álgebra y ¡Oh sorpresa! Entonces era yo la más aplicada.
Creo que era cosa de la edad.
Hagamos, insisto, un blog filibustero... a ver qué opinan Efesito et al.

F. (huelo el otoño) dijo...

Hola, amigas (si Manolo Menéndez hubiese escrito algo en el blog diría "hola, amigos"; es simpático y sería un buen interlocutor). Porque observo que desde que los exiliados españoles nos hemos acogido a la hospitalidad mexicana ( y de ello hay generosos antecedentes), parece que los nacionales aztecas se han inhibido y casi no escriben. Y sería bonito que aquí se contrastaran (y se compartieran) giros idiomáticos y puntos de vista diversos... Pero quizá Lorena -perspicaz- prefiere conservar el actual blog para sus amigos de siempre y -alternativamente- crear uno nuevo -que ella llama filibustero- para que sea ruedo en donde se lidien las neuras y los inventos de los de por acá. Me parecerá bien lo que queráis hacer.
Confieso que no me resta mayor aprecio por el blog de M.M., porque allí se han dicho cosas que este hidalgo español -pese a que no es vengativo ni rencoroso- difícilmente va a olvidar (y eso que asumo que soy un provocador). De modo que si colaboraba en aquella casa no era porque fuese M.M. el patrón, sino porque me agradaba "hablar" con vosotros, gente -como yo- de infantería, pero con el bastón de mariscal en la mochila.

La restauración anímica de la dulce ahijada es reconfortante. Aunque la pequeñina vuele a Londres, seguro que estará en casa por Navidad. Yo también estoy en vísperas de melancólica partida...
Ahora que asoma también Marisa, qué fácil iba a ser montar un tinglado a la romana, reciente el apenas disimulado acoso de la turgente Julia al remilgado -pero no menos turgente- Ovidio; más lejano el cruel desdén de Ligia a un romano que regresa maltrecho a la patria y que -ahora que no ostenta cargos públicos- lame sus heridas cultivando la vid en la ladera fértil de un monte que se eleva en la cercanía de Pompeya.
A Lorena no logro imaginarla en un rol latino..., pero con su brillantez y su desparpajo... Quizá una exótica Popea... Verase.

Ahorita leo relatos de Thomas Mann, en la estela de los muchos que acabo de leer de Stefan Zweig. Y le dedico más tiempo a la música. Y -Marisa- el hormigón se me acumula en la trastienda y darle salida es casi una necesidad vital. Pero no me queda más remedio que emplearlo en arquitecturas piel adentro, que ese Cronos, que tanto pareces temer, se va a encargar de demoler... a plazo incierto.
Pero yo, tranqui. Hoy toca apuntalar pomares que se me vienen abajo, tal es lo cargados que vienen de manzanas. Y eso sí que es una noble ocupación. Pienso (luego existo).

Repartíos como hermanas los tres besos.

A don Benedicto, el de la (buena) vida. dijo...

Y es que "la vida" parece una sonaja en boca clerical.
Yo que aquellos viejos faldilargos me ocuparía más-mejor de la muerte, que ya les pisa las puntillosas enaguas.
Pero no: después de la bolsa, la vida. Y un cáncer terminal que desgarre y descoyunte y zarandee como un pelele al moribundo, pues a darle gracias al Altísimo, que hay que apurar ese don inmenso que es la vida hasta el momento mismo en que se parta la última fibra del último nervio, en el último segundo del minuto final del postrer espasmo; con el grito agónico en la boca dislocada...
Y que la misericordia divina no permita que -en un inesperado segundo de prórroga- muerte tan ejemplar se vea empañada por la imprecación desesperada, por la maldición volcánica para tan denodados defensores de la vida.