Siempre

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miércoles, 12 de enero de 2011

Batalla del arranque de año

Pues así es esto de las gelatinas,: lento, más lento que de costumbre, enero se va abriendo camino y el nuevo año se ha tomado posesión de todo. Sólo los muy bolsones y lentos no han quitado los foquitos, monigotes y toda la parafenalia navideña. Yo retiré lo poco que puse en un santiamén desde el día 4, porque los Reyes no visitan esta casa, sin embago, tuve que ejercer reales labores al amanecer del día de marras porque hallé tremendo zapatón colocado con ilusión en la puerta del cuarto de Diego, el más pequeño de mis hijos. Ya estaba yo pensando que era un guarro que deja todo tirado, cuando caí en cuenta y le puse una caja de bombones de chocolate con avellana, de esas cosas que quedan de la provisión de regalitos que una, que es tan previsora, tenía listos.
Cuando era chica no sé cómo hacía para seguir creyendo, si a mí me traía los juguetes Santa Claus; a mis primos los Ibarra el Niño Dios y a algunos del colegio los Reyes Magos. Era para confundir a cualquiera. Pero a esas edades todo es nuevo, hasta la fe, y no se ha desgastado aún. Ahora cuesta más creer y esto aplica para todos los campos en que se necesite hacerlo.
Pero creeré. Me niego a ser una escéptica porque casi siempre eso va de la mano con ser amargada. Creeré en que este año que va arrancando a fuerzas, como los motores de los coches de mi infancia a los que había que calentar mientras pedorreaban e iban carburando, será bueno. Aún no me llaman para trabajo; todavía no comienza clases el único estudiante que queda en casa; no han empezado los talleres y yo me muevo como esos pistones, de a poco, resucitando, y aprovecho para hacer las cosas que después no podré hacer, de lo que me quejaré seguramente pero con conocimiento de causa, sabiendo que me quejo por vicio y no porque las cosas estén realmente mal.
Y la cuesta de nuevo, esa cuesta que vaya si cuesta, con seguros por renovar, impuestos por pagar, vacaciones por cubrir en las tarjetas, inscripción de la universidad... y no sigo por temor a amargarnos, que ya quedamos que eso nomás no.
Y mi esfuerzo todo vuelto apoyo, y mi esperanza algo fría pero viva.
Y mis "tropózitos" del nuevo año; y mis despropósitos del pasado que se quedan donde sucedieron.
Y yo, que aquí sigo pa lo que gusten mandar.

2 comentarios:

Federico dijo...

Me deja perplejo el fondo de pantalla del este post tuyo: figura ser el salón de tu casa o la sala de espera de tu consulta, o...; desde luego algo que frecuentas y en donde
disfrutas de momentos de íntimo esparcimiento; lugar para colgar tus cuadros preferidos (echo de menos el puente de Cangas de Onís)...
Refugio, en fín, para disfrutar oyendo (viendo no, que lo tienes puesto de lado) la tele, apoltronada en el confortable sofá mientras haces calceta o encaje de bolillos, pendiente de una llamada telefónica que haga repicar las campanillas del celular de la pared.
Detrás del tabique, en el suelo, creo distinguir el maletín de tus aperos odontológicos...
La verdad que me había imaginado otro ambiente: colores vivos y plantas por los rincones; muebles de diseño y cerámicas precolombinas; muchos libros (aquí ni la guía telefónica se ve); las jaulas de los loros balanceándose en el aire y alfombras manufacturadas de los indígenas; trofeos deportivos y diplomas olímpicos...
La verdad que me rompe los esquemas; porque recuerdo que no hace tanto hablabas aquí de que estabas pintando el apartamento.
No sé, igual es un estilo retro y te has tenido que esforzar para darle el presente look a la morada.
No digo que no me guste pero, no sé, te hacía con otros gustos decorativos.
Un saludo cordial.

Lorenitachula dijo...

Pues no es más que eso, una pantalla. Ya me gustaría tener ese teléfono auqnue hubiese que dafle vueltas a la manija paa que me contestara la telefonista y poder pedirle el número 4 o el 12 del pueblo. Y spi, pinto mi casa de manera rústica pero no tanto.
Gracias por las ideas decorativas.