Siempre

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domingo, 28 de noviembre de 2010

Batalla de qué ser de grande

Nadie sabe realmente, cuando es pequeño, lo que será de grande. Algunos medio lo saben como por instinto, como esos hijos, nietos y bisnietos de notarios o de médicos a los que irán encamimando hacia la carrera familiar hasta que tomen el camino heredado sin pensar o se detengan antes de la gran decisión y digan que quieren hacer otra cosa, como ser bombero, beisbolista profesional "que tampoco habría que desperdiciar el brazo que tengo para las curvas" o que quieren poner un restaurante de mariscos estilo Sinaloa, para causarle a sus padres un infarto a él y un soponcio a ella.
Otros, la mayoría, soñamos despiertos y dormidos y nos vemos en un futuro como cirujanos cardiovasculares, pilotos de jets, cantantes famosos o aclamados escritores. Y nos vislumbramos viajando por todo el mundo pero no a costa de nuestros exprimidos padres o con una flatulenta beca de las girls scouts, sino patrocinados por las Universidades y Asociaciones más chidas. Y nos vemos en nuestra pequeña y blanca casita junto al mar desde donde trabajamos y estudiamos o con espacio reservado para poner nuestro carrazo en la Presidencia de la República.
Los hay más tradicionales: ellas soñando con un maridito, tres niños y un perro en una casita de los suburbios con jardín y garaje para dos autos; ellos con un buen trabajo, una linda esposa y un coche actualizado cada dos años.
Todos ellos trabajan para conseguir su deseo, estudian mientras trabajan y planean con vistas a lograr la meta trazada.
Y están los que entre sueño y sueño no se deciden y hasta se marean, y mejor dejan que el azar encamine su destino. De esos soy yo. Sé que voy y siempre he ido haciendo mis decisiones y elecciones al momento en que se presentan, sin buscarlas, sin planearlas, sin trabajarlas mucho. Pero está bien, no me devaneo el coco ni me angustio porque sé que jamás he pensado en cómo cruzar el río sino hasta que estoy pisando el puente, puente que siempre me sale al paso para atravesar justo a tiempo.
Y ahora que es hora de cruzar otro puente, he decidido de manera impetuosa como siempre que me dedicaré a la locura. A esa locura tan amada que me ha dado los mejores ratos de este rosario de momentos que es la vida. A esa locura sabia y subyacente que de repente hace ¡bam! y explota en mil colores y baila a todos los ritmos y canta en todos los tonos y pinta con todas las texturas. A esa locura que me define, me llama, me atrae y me encadena a una libertad particular. A esa locura que nada en todos los mares y flota en todos los rios y cae en todas las cascadas derramando su sabor.
Y espero que, esta vez, sí le haya yo atinado a lo que quiero ser de grande. Porque de verdad, si no estuviera tan loca, me volvería loca.

Todo listo para el cumpleaños de mi mamá. Se trabaja pero vale la pena, que sólo se cumplen los 80 una vez.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, la locura es lo tuyo, pero dices que te decicarás a eso... entonces qué has hecho todos estos años? O sea que no cambiarás nada? aaajajaj
Pau

Dr. Segismundo Frade dijo...

Doña Lore: En los posos de lo que refiere a su afán por volverse loca de remate,leo que persisten solapadas bridas cicratizales y adherencias post inflamatorias que le coartan un tanto en el salto, lejanos los días en que era usted una fuerza desatada cuando saltaba en la red (aunque no tan lejanos días, disculpe).
Le afecta un síndrome que embarga a buena parte de los mortales cuando doblan el cabo de las buenas esperanzas y cuestionan -por primeras veces- si resta alguna con un mínimo porvenir.
Y lo hay, ya lo creo que lo hay.
Se retocan aquí y allá aquellas ingenuidades infumables del guión previo; se enmiendan algunos modos que se arrastran desde la niñez consentida; se tira a la basura el espejo de luna de Murano y adquirimos uno de esos cóncavos, que destacan las pecas y las espinillas de la tez... Pero hemos de seguir acudiendo al gimnasio, al menos en las pausas que nos permite la biblioteca, el cine, la cocina...
(Ya está bien de recomendar tratamientos sin cobrar, que estamos en Crisis y no quiero prescindir de mis caballos).
La dejo, que tengo consulta con mi psicoanalista.
Chao.