Siempre

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lunes, 22 de agosto de 2011

.. que llevamos en el alma cicatrices...

No sé si esa canción sea bonita u horrorosa, creo que le quedan ambos adjetivos, pero mi papá la cantaba y ayer, en uno de esos mecanismos como de laberinto de los que vienen en las cajas de cereal y que usa mi mente desesperando a mis interlocutores, surgió de mi cerebro.
Resulta que un bicho tan despreciable y jodón como lo es un mosquito, me picó justo en la cicatriz que llevo en la frente (Rowling copiona). Nunca la tengo presente, tiene ahí casi toda mi vida desde que cogí la escoba para bajar una figura de hierro que a mi mamá le pareció peligrosa y puso en alto, fuera del alcance de los niños (de los niños pazguatos, claro); la cosa me cayó en la frente. Tenía razón mi mami: era muy peligrosa.
Ya con la comezón la cicatriz se hizo presente anoche. Y yo pensaba: uno no les hace caso hasta que molestan, y afloró la canción y de repente ¡pácatelas! ¡Claro!, viejas cicatrices de las que una ni se acuerda vuelven a arder como heridas nuevas bajo el influjo de algo que las resucita. Eso traía yo.... las revivió una conversación con mi prima. Por más que una renuncia a unas cosas para tener otras, las cosas abandonadas no dejan nunca de ser deseadas y pasan al mundo del "hubiera", que SÍ existe, y que está habitado por cicatrices, escaras y arrepentimientos. Es un mundo triste el del Hubiera, Hubieraland.
Y luego resulta que los hijos no sólo nos contagian gripes y toses importadas del colegio como cuando le pegué la rubéola a mi papá a sus cuarenta y un años (le fue muy mal al pobre). No estamos preparados los adultos para las enfermedades pediátricas ni para las adolescentosas ni para las de los adultos jóvenes. Pero, ¿qué hace una? no me puedo bañar con jabón del tío Gacho y así hacer desaparecer los padecimientos, ni bañarlos a ellos con jabón del niño agradecido.
Lindo fue, por otro lado, reunirme tras de dos eras geológicas con mis compañeros de la Universidad, mis colegas. Surtido rico como las galletas, muchas especialidades e incluso ocupaciones ajenas a la odontología. Todas guapas, todos lindos. Mucho bueno reunido ahí, muchas risas y recuerdos.

Sabiduría de la quincena: Soy muy joven para ser vieja y muy vieja para ser joven. Tal vez por eso se me pegan todavía las enfermedades de los chicos. Tal vez por eso no me hallo con unos ni con otros. tal vez la mediana edad es peor que la adolescencia o que la vejez. Tal vez vaya a Guanajuato por cierto, en cuanto el esposo pueda. Que está harto y aburrido, dice, de estar encerrado los fines de semana..... pues lo invito yo y ya está. No me enfermé adrede, lo puedo firmar con sangre.
Libro de la quincena: "Mexican Enough" . Son memorias de una chava cuyos abuelos eran mexicanos que emigraron a los Estados Unidos y viene a México en busca de sus raíces, la pobre. Exagera un poco, pero vaya, el desconocimiento gringo de las demás culturas es ya legendario y ya se sabe ponen chinas poblanas bailando flamenco con un torero abajo de un nopal a ritmo de tango.

martes, 9 de agosto de 2011

Agosto al costo

El tiempo es relativo, ya lo dijo Einstein. Y no hacen falta ocho cuadernos de ecuaciones para saberlo, basta con comparar cómo el mismo lapso bien medidito con reloj atómico a veces es cortísimo y a veces es eterno. "Time flies when you are having fun.... or rum". Pero también puede verse con los mismos ojos el periodo de marras, aunque el derecho vea una cosa y el izquierdo otra, sin importar cuál es miope, cuál hipermétrope y cuál bizcorneto. Estos tres meses con dos días desde mi ataque se dividen en tres etapas, a saber:
1. Etapa del dolor paroxístico, de la cual se guarda memoria distante, siento como si hubiese sido hace dos años. Como una pesadilla vieja.
2. Etapa del dolor reducido y movimientos atrofiados, en la que seguía sin hacer casi nada pero sin chillar, usando silla de ruedas.
3. Etapa de la recuperación del movimiento con dolores mínimos. Esto de los dolores no sé si en realidad están minimizados o me he acostumbrado. En esta etapa estoy, y es durante ella que he huido de la torturoterapia. Me lastimaron y sentí una regresión en mi estado porque en los ejercicios ponen movimientos que no son naturales a las piernas humanas. Prefiero ejercitarme por mi lado; caminar me ha hecho bien.
Las tres etapas juntas forman una sola que veo, por un lado, como larguísima y por otra siento que de repente es agosto y se me evaporaron tres meses de la vida. Tres meses en los que he trabajado poco, he escrito casi nada. Cuando hay dolor, éste ocupa no sólo nuestro cuerpo sino nuestra mente y nos distrae de cualquier otra cosa.
Pero ahora retomo una novela a medias, o a tres cuartos que había dejado; mañana le ayudo a una amiga que ha estado pendiente de mis males con su libro y he de ponerla atención a mi mamá, hoy la acompañé al banco y hasta hice que le regalaran una linda mochila de Betty Boop que daban al abrir una cuenta juvenil. Todo está en pedir. Salió feliz mi viejita con su mochila, cuadernos, lápices de colores y sacapuntas. Además, nos reímos bastante de los demás clientes del lugar, cual es nuestra sana costumbre de pitorrearnos de todo.
De todo, dije, y me he de pitorrear de esta hernia de disco ya muy pronto. El jueves voy a que me den de alta o de medio alta, asegún.
Libros de la quincena: "The only girl in the car", de Kathy Dobie, una memoria de sus años de adolescencia por los años setentas y "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", de Oliver Sacks, para quienes gustan de los casos psiquiátricos curiosos, como ustedes, que si no no estarían leyendo esto.
Sabiduría de la quincena: La paciencia tiene sus límites, todos tenemos derecho a explotar alguna vez, y el deber de aguantar als explosiones de los que amamos, si no, ¿pa qué somos amigos, esposos, hijos, hermanos?