Siempre

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lunes, 5 de octubre de 2009

Buaaaaaaaa

BuaAAAaaaAAAaaa se me acabaron las vacaciones.
Si bien es verdad que decidí dividir el tiempo en periodos de 15 días, también lo es que dejé esto todo un mes, entre peparativos y paseo.
Pero una nunca sabe cuánto crecen las uñas en 15 días sin lavar trastos ni podar rosales; o cuanto se puede engordar en esos días comiendo sabroso y echando la copa todos y cada uno de ellos. Eso nos dice que una quincena es bastante tiempo.
Por eso ahora que regresé a mi "normalidad" estoy buscando otra manera de repartir mi tiempo -suena egoísta, mi tiempo, porque el tiempo debería ser de todos como el aire, como el sol- y no sé si la encontraré. Tal vez en tiempo bueno y tiempo malo, con la subdivisión de tiempo regular, que si bien no lo mide sí lo califica. Quizá en tiempo muerto, ese escaso bien que se toma una para pensar tarugadas o ver el techo sin siquiera pensar en que tiene alguna mancha o una mosca, y tiempo vivo, el que dedicamos a hacer mil cosas. Pero las dos cosas son vivir, que se vive también cuando estamos inactivos. No sirven mis divisiones.
No encuentro: un recibo que me pide un cliente. Me lleva pifas.
Salvé: de morir a unas lombrices que hallé debajo de una maceta. Las cogí y las arrojé al pasto, para que ellas mismas se enterraran, que tampoco voy a hacer todo yo.
Puse a dieta: a mis perras que parecen cochinitos las pobres. Creo que mis nenos trataron de suplirles mi ausencia retacándolas de comida. Yo no me puse, simplemente me uní al grupo. También hay que ver que los viajes ilustran pero también extriñen y si las publicidades de la tele tienen algo de razón, para adelgazar solamente hay que hacer kilos de popó. Sin embargo, a esta teoría la tira por tierra el hecho de que mis perras zurran por toneladas y siguen gordas. Otro engaño del marketing.
Quiero: irme otra vez.
Abur.

1 comentario:

Manuel Menéndez dijo...

¿Para qué una dieta? Recuerda que no sólo se come, también se caga.